Fez, primera vez que visito esta especial ciudad de Marruecos. Su tráfico no es nada grato para circular en moto y cargado. Con calor y junto con el olor de los escapes de miles de coches puede hacer perder los nervios, si te paras un segundo te asaltan los buscavidas y si no te paras te persiguen corriendo o en mobilette para ofrecerte hoteles o cualquier cosa. Por otro lado el “fasí” puede ser bastante amable y cordial, hay que tener suerte y paciencia y muchos te ayudarán con toda alegría sin pretender nada a cambio si les preguntas amablemente.
En Fez es el primer lugar en Marruecos donde pruebo a hospedarme usando el sistema CouchSurfing. Si no lo conocéis probadlo, aunque recientemente han realizado unos cambios en las políticas de privacidad nada convenientes para el usuario, también existen otras páginas de similares características. Básicamente la web te permite ponerte en contacto con personas de cualquier lugar del mundo que te ofrecen su casa para quedarte cuando viajes sin pedir nada a cambio. Es un sistema basado en votaciones y relaciones de confianza aunque en un país como Marruecos por un lado la oferta no es demasiado grande y por otro como imaginaba podría encontrarme con lo mejor y lo peor. Pero esto es lo divertido de viajar ¿no? nunca sabes que se vas a encontrar.
La familia que nos hospedó durante un par de noches residía en las afueras de Fez en un barrio medio/bajo, uno de sus hijos era quien se “publicitaba” en CouchSurfing ofreciendo el hospedaje. En general la experiencia fue positiva, nos permitió sentir como se vive en un barrio humilde de Fez y en el día a día de una familia donde los dos hijos varones duermen en el salón a la vez que ven la tele y la hija mayor tiene cuarto propio y estudia en la universidad de Fez. El padre es el dueño y señor al que todos respetan como ente supremo y la madre organiza toda la casa, compra y comida.
Aunque la idea era ver Fez, la estancia con la familia tomó mayor protagonismo. Por un lado quería conocer su forma de vida aunque implicara ciertas incomodidades y por otro lado la “compañía de nuestro amigo” era mas interesada por su parte que altruista. En las visitas a Fez se preocupaba mas en llevarnos a las tiendas de los amigos/familiares que en enseñarnos realmente la ciudad y salvo cuando una mañana visitamos la ciudad sin él no pudimos disfrutar realmente de Fez, es el precio que pagamos por la estancia pero nos compensó por las experiencias vividas.
Nuestro “cuarto” era compartido con los hijos en el salón donde todos dormíamos en sofás típicos y apreciamos la austeridad de una vida humilde muy alejada de las comodidades con las que disfrutamos en Europa en nuestro día a día. Por otro lado a veces pensaba que tal austeridad no era solo por necesidad, sino por una forma de vida y concepción espacial diferente a la que acostumbramos ya que con poco presupuesto también se pueden hacer las cosas de otra manera, pero son costumbres y quien soy yo para decir si son mejores o peores. Está claro que en marruecos prima la familia mucho antes que el individuo.
Anne pudo participar junto con la madre de las compras en el mercado y la preparación del “Cuscús“. Todas las comidas familiares corrieron de nuestra parte lo cual tampoco me importó ya que disfrutamos de convivencia con la familia de forma mas tradicional que en cualquier restaurante… También conseguimos salir indemnes y escapamos de comprar en la tienda de alfombras del primo, ¡ todo un logro de astucia y habilidad !
Con todo le agradezco a nuestro amigo y su familia la hospitalidad ofrecida y el tiempo que pasamos con ellos y solo espero que supieran disfrutar del queso viejo de oveja que les regalé aunque tal como lo cortaron… tengo mis sospechas.
¡Y casi me olvido de Fez! que era lo inicialmente importante. La zona antigua (el-Bali) es sorprendente, realmente es una ciudad medieval, lamentablemente muy “turistizada” con todo lo que ello implica, pero impresiona. Visitamos la principal cooperativa de cuero donde siguen trabajando la piel con la misma técnica manual de cientos de años. El olor cuando entras es muy fuerte y para las sensibles narices de los extranjeros nos obsequian a la entrada con un manojo de hierva buena que al poco tiempo no te la quitas de la nariz. Difícil salir sin comprar algo, aunque el material es de calidad y cuidado con los teatros de la “mujeres que trabajan” que luego te piden propina.
El laberinto de pasajes y calles es agradable de recorrer y muy fácil perderse si no te orientas de alguna manera o acabas pidiendo ayuda que de seguro encontrarás. Me ha gustado su clima y ambiente, queda pendiente una visita mas prolongada de la ciudad y sin el compromiso de quedar en casa de nadie.
Sigue la crónica.
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